Por si alguien quiere evocar alguna vez los primeros tiempos del ferrocarril, está bien conocer como lo veían nuestros antepasados y como se describía el Camino de Hierro de Liverpool a Manchester en la Gazeta de Madrid en 1837, en la que es una de las primeras descripciónes técnica divulgativas de un ferrocarril en idioma castellano. El articulista usa una deliciosa y didáctica terminología, a falta del léxico ferroviario que ahora es habitual, dirigida a gentes que no habían visto un ferrocarril nunca, ni se hacían una idea de como era o para que servía:
"Estos caminos están destinados al transporte de gentes y de mercancías por medio de diligencias y carruajes movidos por el vapor. Inútil sería insistir sobre la importancia de este modo de trasporte económico, seguro e infalible, propio a hacer circular de un punto del reino a otro los productos de la agricultura, de las minas y de las manufacturas; tampoco sería necesario hacer resaltar la superioridad de los caminos de hierro sobre los canales, tanto respecto de la economía como con respecto de la celeridad y a la seguridad de los transportes. ¡ Ojalá viéramos muchos de estos caminos establecidos en España! Más desgraciadamente la naturaleza montañosa de nuestro país impedirá que se generalice entre nosotros este sistema de caminos. […]
Diremos de un modo general que todo camino de hierro debe ser lo más recto posible, y estar perfectamente nivelado, a cuyo efecto, si se opone una ciudad, una gran montaña, etc, es necesario practicar un barreno y hacer lo que los ingleses llaman tunnel o bóvedas subterráneas. Por lo demás, cualquiera se formará fácilmente la idea de un camino de hierro considerando un camino arenosos atravesado longitudinalmente en toda sus extensión por una barra de hierro de dos pulgadas de ancho fijadas en el suelo por medios particulares, y dispuestas de dos en dos a tal distancia, que las ruedas de las diligencias y carruajes se muevan sobre ellas, a cuyo efecto, y para que no se salgan de los carriles dichos carruajes, llevan sus ruedas por la parte interior un borde saliente de cosa de media pulgada, el cual, estribando contra la parte lateral de las barras, surte el efecto deseado.
Las ruedas de los carruajes son todas de hierro, su canto a partir de los bordes indicados es perfectamente cilíndrico siendo su ancho de unas tres pulgadas y su grueso cosa de dos líneas. Todos ellos van a remolque de una máquina de vapor dispuesta en un carro, en el cual suelen ir dos hombres; uno de ellos dirige la máquina, y el otro cuida únicamente de alimentar la hornilla con el carbón necesario para que desprenda sin cesar el vapor de agua, que es el agente motor. Por lo demás las diligencias y coches son de forma muy variable; los hay cubiertos y descubiertos; los primeros consisten en una caja interior y dos berlinas en el sentido opuesto; los asientos tienen brazos, y son muy parecidos a las lunetas de nuestros teatros; también hay en sus respaldos tablones laterales para reclinar la cabeza.
Los segundos consisten en una serie de bancos con sus respaldos y sus divisiones semejantes a los anteriores, y por consiguiente muy parecidos a los que los franceses llaman Marubanes. […]
Todas las diligencias y coches que van por el railway tienen las ruedas fijas y los ejes, que son de hiero, movibles, llevando todos ellos una caja dispuesta de modo que deje caer aceite gota a gota sobre el eje para impedir que se caliente demasiado por el roce. Para detener los carruajes basta dar salida al vapor abriendo una llave y dejándolo libre en la atmósfera; y para impedir su acción impulsiva sobre el carro de la máquina, en virtud del movimiento adquirido, se hallan dispuestas lateralmente en cada coche o diligencia unas palas que caen sobre las ruedas, y paralizan todo movimiento ulterior. […]
También hay en el camino de Liverpool, como en todos los de hierro, varios cortes de trecho en trecho, practicados con barras de hierro colocadas oblicuamente para los cambios de dirección. […]"
Saludos:
Javier.-