por Luis Fernandez » Sab Mar 24, 2007 3:51 pm
Hola amigos:
Encontre el comentario periodistico que transcribo mas abajo y considere que el mismo le puede dar a esta actividad el recuerdo melancolico que nos deja la desaparición de un servicio ferroviario. Espero que lo disfruten.
Atentamente.
Luis Fernnadez
Museo Ferroviario Regional de Santa Fe
(El Litoral - Santa Fé - 21/03/2007)
Por Andrés Alejandro Andreis
Poco después de la debacle ferroviaria de 1992, dejó de circular el conocido Tren Obrero, que transportaba a los trabajadores ferroviarios de Santa Fe, Guadalupe, Ángel Gallardo, Monte Vera, Arroyo Aguiar y Constituyentes, rumbo a los talleres de Laguna Paiva. Este tren local era tirado en épocas de las locomotoras a vapor por varias series, en las que se destacaban, entre otras, las poderosas 1800 y las 3000, sobresaliendo la máquina presidencial 3025 que paseó su gallardía por nuestra zona, y un día con su cansancio a cuestas, marchó a los talleres de Cruz del Eje para no regresar...
A partir de 1950, la formación del Tren Obrero consistía en coches fabricados y montados íntegramente en Laguna Paiva, demostrando su capacidad técnica, obrera y artesana.>
En su diseño prevalecía el total revestimiento en madera. Pero deseo referirme también a su faz humana y anecdótica. Salía de la estación Central Norte (hoy Belgrano), a las 4.08 de la mañana, con el contingente grueso de obreros, y luego se sumaban los que lo abordaban en la zona local a partir del km 4. En su interior, se conversaba en voz baja, la mayoría dormía, todos envueltos en bufandas en los días de intenso frío. Algunos leían, otros meditaban y siempre hubo aquellos que charlaban por lo bajo.>
Quien esto relata tuvo la fortuna de viajar varios años en este tren, gozando de aquellos diálogos que mantenía con compañeros de trabajo. También se aprovechaba el solaz de la lectura, en esa hora de viaje, contemplando además por la ventanilla el alba que preanunciaba el amanecer, con aroma de rocío, observando aquellas inmensas plantaciones de tomates, de chauchas próximas a cosechar, en la bella y prolífica campiña que va de Guadalupe a Monte Vera.>
Así, entre paradas y marchas, recogiendo obreros, nuestro tren llegaba a las 5.10 a Laguna Paiva. Luego, antes de tomar el camino de cintura que bordeaba aquel espectacular complejo ferroviario, se detenía en el portón principal del depósito de locomotoras para el descenso de los trabajadores, sumándose los de Laguna Paiva muy numerosos y los que provenían de Nelson y Recreo. Sus bolsos en ristre, sus silbidos, sus sonrisas esperanzadas, todos juntos en marcha hacia uno de los más grandes y tecnificados talleres ferroviarios del país por entonces.>
Viajera de los trenes a Rincón
Allá en la ex Costanera Vieja de nuestra ciudad, donde se encuentran los pilares del desaparecido puente ferroviario del Ferrocarril Santa Fe, existió en ese mismo lugar uno anterior. Era de estructura de madera y de hierro, y la corriente y camalotes lo destruyeron en 1926.
Fue entonces cuando María Elena Bonaparte -según me narró en noviembre de 1994-, allá por los años '20, en época en que vivía con sus padres en el Barrio Sur, se trasladaba junto con ellos los fines de semana en mateo, hasta la ex estación francesa -actual terminal de ómnibus- para tomar el tren que la llevaría, cruzando el puente, hasta San José del Rincón, donde a media cuadra de la estación, su abuelo poseía una casaquinta con plantaciones de naranjos y sandías. El paisaje al cruzar el puente -recuerda María Elena- era magnífico, atravesando esa especie de inmenso mar que conformaba la majestuosa laguna, mientras el sol le daba esos hermosos fulgores dorados del amanecer. Contemplándolo todo, apoyaba su cabeza en el marco de la ventanilla del coche.>
El tren llevaba su tradicional vagón de equipajes, que iba cargado con valijas, cajones, postes, pajareras, redes y cañas de pescar. Rincón, por entonces, era un sitio importante de veraneo y muchos santafesinos se trasladaban en tren para pasar sus vacaciones junto al arroyo.>
Luis Beney, un antiguo poblador rinconero, aprovechando la temporada veraniega, enseñaba natación gratuitamente, y por muchos años la actual playa llevó su nombre.>
En ocasiones, María Elena esperaba a su padre en la estación de Rincón y era un espectáculo ver emerger el tren entre las tupidas arboledas con su penacho de humo que se recostaba sobre las copas. íAh! tiempos románticos de aquel trencito a vapor, cruzando el puente de madera sobre la Setúbal con su pasaje sonriente, feliz, sin apuros, sin ansiedad como hoy.>
Tenemos en la actualidad mucha tecnología, muchas banales distracciones, que nos alejan de la auténtica alegría de vivir; aquella alegría que se fundaba en lo simple, en lo natural, en asombrarse y participar del encanto -como lo hacía María Elena Bonaparte- de viajar en tren, cruzar el puente sobre la deslumbrante laguna Setúbal, surcando el horizonte bañado de sol hacia el rumbo poético y nostálgico de San José del Rincón.