Anecdotas ferroviarias

[Estanislao]

Cuando los trenes de vapor entraban en Vadollano, bajando de Despeñaperros, uno de los dos maquinistas (maquinista o fogonero) estacionaba el tren, mientras que el otro descendía de la locomotora, al pasar por el paso a nivel para irse a Casa Pacheco, una taberna de afamado trato hacia los ferroviarios, pues el también lo era.

Este abandono del tren en marcha, no tenía persona preferente, unos días era el maquinista y otros el fogonero.

Un día, el maquinista desciende de la máquina y espera que pase toda la composición, cuando termina de pasar el vagón de cola, su asombro fué que unos metros más adelante, encaminándose hacia la taberna iba su compañero, habían bajado uno por cada lado y dejado el tren solo.

Corriendo y gritando hacía el tren, aunque sin lograr alcanzarlo, alertaron a un mozo de agujas, quien se subió en la locomotora y accionó la palanca de freno, pudiendo detener el tren, no sin el mayúsculo susto.

Saludos, Estanislao

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P.D. Os animo a que contéis alguna anecdota o historia como ésta.

[Repo]

Gracias Esnislao por abrir este hilo, la que has contado es una anécdota muy sabrosa y tu habilidad para el relato raya en lo óptimo.

Hace un par de años el automotor AES que hacía el recorrido entre el Puerto de Valparaíso y la ciudad de Limache, empezó a mitad del trayecto a tener comportamientos cada vez más erráticos, primero comenzó pasandose varios metros los andenes de las estaciones, teniendo que retroceder para que los pasajeros pudieran subir o bajar del tren, más adelante simplemente pasaba por las estaciones sin detenerse y si lo hacía no se abrían las puertas.

Las continuas frenadas bruscas y los tirones y saltos tenían a los pasajeros realmente enfermos de los nervios.

Cuando por fin se acercaba a Limache se dio una frenada tan repentina y profunda que por poco los pasajeros no quedan todos apilados en la cabina del AES. Después de reanudar la marcha, y siempre a puros tirones, se fue a detener casi 100 metros más allá del andén correspondiente y aquello llevó a algunos viajeros a perder la paciencia, bajarse del tren y dirijirse a la cabina para investigar que era lo que ocurría.

Cuando abrieron la puerta de la cabina encontraron a un único maquinista apoyado sobre los tableros de mando, el hombre estaba completamente borracho y se reía y cantaba mientras los sulfurados pasajeros le increpaban su negligencia e irresponsabilidad, pero el hombre seguia riendo y cantando. Cuando llegó la policía lo sacaron en vilo del tren y fue llevado detenido, y cuando digo fue llevado, lo hago literalmente por cuanto el hombre no podía siquiera ponerse en pie.

Lo anecdótico de todo esto es que si bien el maquinista fue despedido de la empresa, quedó practicamente sin sanción por cuanto la normativa del tránsito en Chile no afecta a la actividad ferroviaria, la cual se rige por una antigua ley de ferrocarriles que data de principios del siglo XX y según la cual la multa por conducir un tren bajo lo efectos del alcohol asciende a la insignificante suma de 80 pesos chilenos, es decir, algo más de 10 centavos de euro.

De cualquier manera, y como estas cosas no son como para enorgullecerse, les contaré que este se trató de un caso completamente aislado y que situaciones así se han dado muy rara vez en la historia de los ferrocarriles en Chile.

Espero no haberlos aburrido.

Saludos

[Estanislao]

Bueno Repo,

Ésto que has contado más que una anecdota es un acto de infracción muy grave, como bien has constatado con el despido del maquinista.

Yo me atrevería a decir que ésto no puede suceder en España. Cualquier trabajador de RENFE, y ahora también ADIF, puede ser sometido (y lo son) a pruebas de detección de consumo de alcohol y drogas en el puesto de trabajo. Todos los meses se realizan controles sistemáticos a un número importante de trabajadores.

Aquellos maquinistas, de años "a". Anteriores a 1960. Rendían su trabajo en Vadollano. No voy a decir que las condiciones extremas de aquel trabajo del vapor no favorecían consumos excesivos de alcohol. Pero desde 1983 en RENFE está muy perseguido esos consumos, y ya cualquier consumo. A parte de los controles, cualquier incidencia, aún sin responsabilidad directa de un ferroviario, lleva también implícito la realización de esas pruebas y como en Chile las sanciones pueden acabar en el despido. Estas incidencias aparte de cualquier rebase de estacionamiento en andenes, señales, etc. pueden ser también arrollamientos de personas (incluídos suicidios) y de vehículos, etc.

Con independencia de que los trabajadores ferroviarios en España consiguieron hace muchos años tener uno de los mejores Planes de Prevención y Tratamiento de las Drogodependencias y el Alcoholismo en la Empresa, reconocido a nivel mundial:

http://cat.inist.fr/?aModele=afficheN&cpsidt=3202592

http://www.masson.fr/masson/portal/bookmark?Global=1 & Page=18 & MenuIdSelected=224 & MenuItemSelected=0 & MenuSupportSelected=0 & CodeProduct4=360 & CodeRevue4=ADMP & Path=REVUE/ADMP/2000/61/5/ARTICLE11105974453.xml

http://www.ncbi.nlm.nih.gov/entrez/query.fcgi?cmd = Retrieve&db = PubMed&list_uids = 14526495&dopt = Abstract

Saludos, Estanislao

[verderona]

b

[Repo]

AAAAAAAhhhhhhyyyyyyyyyyyy!!!!!

Que historia más hermosa!!!!!!!!!!!!!



Muchas gracias verderona, esa más que una anécdota ferroviaria es una historia de vida y un ejemplo de humanidad.

Esas son las cosas que me gusta leer.

Gracias de nuevo.

Salu2

[javierfl]

Años cuarenta en cierto depósito del norte de España. Un fogonero primerizo, especialmente celoso de su trabajo, pasea antes de la amanecida entre las locomotoras que rodean la rotonda. Algunas están apagadas, pero otras están sido mantenidas toda la noche por el encendedor de turno con algo presión,para estar en disposición de elevarla rápidamente al comenzar el servicio. De repente, entre la penumbra del cocherón mal iluminado, observa en una de ellas, una 400 Norte, algo extraño: ¡algún irresponsable la ha dejado con el regulador abierto!. Toda locomotora parada ha de permanecer con el regulador cerrado, es lo primero que le enseñan a uno... Sube a la marquesina y lo cierra con fuerza. Satisfecho por su acción, desayuna, se presenta a su maquinista, y con su "verraco" hacen el largo servicio del día.

Está ya muy avanzada la tarde cuando vuelven al depósito. "Imposible meter la locomotora en la rotonda" les apunta el Jefe de Maquinistas con un cabreo monumental. "Hay una máquina caída en el foso de la placa". "¿Y cómo ha sido eso?". "El maquinista jura que la dejó con el regulador cerrado, pero cuando el encendedor la revivió poco antes de amanecer, se ve que tenía algún punto metido en la palanca y al coger presión ella sola se movió, y ¡al agujero!. Mira que se ha advertido a los maquinistas que tengan cuidado con la posición de los reguladores en esas 400 Norte que nos han traido de la línea de Irún, para conducción por la izquierda, ya sabéis, que abren el regulador al revés..."

Saludos:

Javier.-

[Pere]

... que abren el regulador al revés..."

[Estanislao]

Agapito, fogonero autorizado toda la vida. Pues haciendo un día la limpieza de los bajos de la locomotora, se le aflojo el freno y se puso en movimiento y le amputó ambas piernas.

Pues bien, Agapito había llevado a su hijo a ver un partido a Montblanc y a la vuelta tenía dos opciones o hablar con el interventor y volverse en el automotor a Lérida o tener que esperar el correo que pasaba ya echada la noche. Pues bueno, aún yendo vacio, como el cupo ferroviario estaba completo, el interventor no los dejó subirse.

Al tiempo, en el corto de Lérida a Cervera (de Segarra) iba ese maquinista en su mikado y el interventor en la composición. En Cervera cruzaba con otro tren que venía de Barcelona-Vilanova con dirección Lérida, pero no les daba tiempo cogerlo, pues antes de que se estacionase el corto, aquel ya había arrancado. Este interventor se apeó en Tárrega, abandonando el servicio, y Agapito se dió cuenta.

En mitad del trayecto, frenó bruscamente. A lo que el jefe de tren se interesó por esta parada accidentada. Agapito le indicó que le parecía que se había caido alguien del tren. Preguntémosle al interventor. Que lógicamente no apareció. Pues date, se ha caido el interventor. Busquémosle. El mozo de tren, desandando el camino, buscándolo, sin encontrarlo en el trayecto, y sí sentado en el despacho del jefe de estación una hora más tarde. Y todas las circulaciones interrumpidas.

Bueno, no se si fue venganza pobre o rica. Pero, aquel interventor se lo pensaría más veces, abandonando el servicio para volver a dormir a su casa o sería más comprensivo con sus otros compañeros ferroviarios.

Saludos, Estanislao

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Verderona, muy entrañable lo de la señora de Vacarises y por supuesto, también muy buena la anecdota de la conducción por la izquierda javierfl.

[CAYAMITO EXPRESS]

Aquel Niño:

Aquel niño no entendía del todo bien lo que pasaba a su alrededor, mientrás miraba a sus padres, esforzados padres del rigor y la esperzanza, del trabajo y la semblanza.

Eran las 19 horas en una oscura e invernal estación de Peñaflor. No llovía, pero el tiempo y el clima político social de este país hacía todo para que nadie se quedara con las lágrimas adentro. Nada funcionaba. Los paros del momiaje eran espantosos para aquella maldita época de 1973 y, por lo visto mi padre, desesperado por conseguir viaje de retorno hacia Santiago, le era imposible encontrar transporte o auxilio para emigrar de aquella estación, muy próxima a la casa de los abuelos.

-¿Qué hacer?- le repetía a la madre aquel hombre cargado de bandejas de huevos, único sustento para aquella época, mientra aquel niño no entendía nada, más bien feliz descubría en su fría inocencia arropada con chalecos de doble puntada y pantalones reforzados que aquella noche iba a ser mágica.

-¡Devolvámonos a la casa de tus padres!- devolvía desafiante esa mujer de tintes rebeldes e insisgnes, según veía aquel niño de tan solo 4 años.

No pasaron ni 10 minutos cuando el jefe de estación se acerco a esta familia y les dijo que conversaran y convencieran al maquinista de un convoy de carga que haría próxima llegada a la estación y que iba en dirección a la Capital. Era una esperanza, mientras aquel niño taciturno sonreía, no por el hecho de apearase al tren, sino por la emoción de ver su mejor juguete de los sueños y la realidad en boga ante su semblante.

Aquel niño miraba constantemente hácia el suroeste, al borde del andén y preguntaba y preguntaba, con esa cálida pero gélida sonrisa a su padre, cuándo llegará ese tren. La madre lo miraba y lo arrullaba a sus faldas, dándole esperanzas que pronto estarían en casa.

Aquel niño vio un tenue resplandor de luz por entre el follaje de árboles a la distancia. Aquel niño sintió palpitar su corazón cuando por los altoparlantes anunciaba el recalo del convoy a la estación. Aquel niño descubrió cuán moustruos juguetones de acero eran esas dos locomotoras que resoplaban y resoplaban sus gases internos y que arrastraban melancólica y estruendosamente aquel tren de carga mayor a 30 carros, la mayoria etelveros (cerealeros), cerrados y lastreros, estos últimos muy común para el transporte de bobinas y fierros de diversa índole.

Aquel niño maravillado subió de un salto a la segunda locomotora, una 7100 diesel en mal estado, que era arrastrada por una 16000 hacia la urgencia de los médicos de San Eugenio, previo convencimiento luego de la conversación sostenida entre el maquinista y ese hombre padre de familia, y que según aquel niño pensaba que aquellla locomotora sufría de algún catarro en particular, porque no se le sentía nada de bien sus fauses nasales ni sus pulmones.

Aquel niño tuvo el mejor regalo del mundo cuando ya en la cábina de la enfermita pudo constatar cuán grave era la salud de la misma, al momento de tocar el silbato -previo consentimiento del señor maquinista que custodiaba el pulso, la presión y la temperatura de la misma- que al sonar parecía más bien dolor que fatiga ante el trajín Dios sabe cuánto.

Aquel niño vio pasar ante sus pupilas incautas, Padre Hurtado, Maipú -donde sintío rechinar los vagones que nos antecedían puesto que varios de ellos dejó en aquel lugar, apartados en otra vía ferréa- y Estación Central.

Aquel niño de 4 años reía y reía, como si la Navidad fuese completamente suya aquella fría noche de Junio. Y eso que faltaba casi la mitad del año para llegar a esa fecha.

Aquel niño gozaba y gozaba de aquel fantástico viaje contrariado por la seriedad del entorno, pero dichoso y enamoradizo de aquel acercamiento precóz hacia ferrocarriles.

Aquel niño chorreaba de dicha al momento de salir de la gran estación cubierta de sombrero verde acero nocturno.

Aquel niño era yo.

[CRT-220]

Me ha encantado la historia! Preciosa, sin duda.

[Dawson]

Enhorabuena Estanislao por este hilo que no habia visto hasta ahora. Estas anecdotas ferroviarias son una de las partes que mas me gustan de mi afición. Os animo a que conteis todas las que conozcais.

En mi caso no se trata de una anécdota muy ferroviaria pero tiene relación.

En mi pueblo, en varias plazas hace bastantes años se reunian los alpargateros a realizar sus trabajos y habia uno de ellos famoso por sus "invenciones". Cuentan que mas de una vez este señor llegaba gritando que el ferrobús se habia quedado colgando en el terraplén del Muladar. La gente salia corriendo hacia alguna zona desde donde se pudiera divisar la via ferrea para ver tal acontecimiento y al ver a todo el mundo salir corriendo decia este señor... "¿Y si fuera verdad?" y el tambien salia corriendo a verlo.

Un saludo!

[jalsina]

... que abren el regulador al revés..."

[verderona]

b

[2N3055]

Qué história más hermaosa, verderona!

[oriolp13]

esa historia es real.
Se situa en la línea del Transpirinenc, Barcelona-Puigcerdà-La Tor de Carol.
Como todos ya saben, en esa linea, primero circulaban las suizas y despues, fueron sustituidas por las 440 (no reformadas, lógicamente). Esa línea tíene unos pendientes que estan al límite entre la simple adherencia y la cremallera. bien pues es un frío invierno, un dia de enero entre las 7.30 y las 8.00. la 440 de dos vagones se estaciona en ribes de freser, esperando el cruce con otro automotor, y aquella noche habían llegado a -15ºC. pues habiendose cruzado con el otro, sale de ribes y habiendo hecho un el 1er kilometro habiendo hecho aquel frío había hielo en las vías, hasta aquí nada raro. Ahí viene lo curioso pues el tren resbala y no puede subir, por culpa del hielo, en esta hora que el tren estaba repleto de esquiadores hacia la molina el tren no puede subir, eso que el maquinista avisa al CTC y le dan autorización para ir a coger carrerilla, va hasta ribes y lo intenta pero continua resbalando, entonces va hasta la mitad de recorrido entre ribes y campdevànol, y habiendose bajado las barreras del paso a nivel de ribes manualmente porqué el tren, yendo al maximo de velocidad permitida para no descarrilar pasa a toda leche por ribes y consigue después de haber pasado una hora, remontar la subida helada, pasar el tunel helicoidal del Cargol (caracol) y pasa el tunel de Toses, que cruza el cuello con el mismo nombre de 6kms de logitud, llega a la molina donde bajan todos los esquiadores.