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El más rápido de la estepa

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El más rápido de la estepa

Notapor Marc » Lun Feb 13, 2006 10:29 am

Para los que tengáis acceso a la edición impresa o a la versión PDF, fijáos sobre todo en la matrícula del elemento Talgo que aparece en primer término en la foto, matriculado en Renfe, obviamente.

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El más rápido de la estepa
Viaje en el talgo que comunica las dos capitales de Kazajstán, la financiera Almaty, en el sur, y la nueva Astana

Talgo es de las pocas firmas españolas en el emergente país asiático, una potencia petrolera del futuro

GONZALO ARAGONÉS - 13/02/2006
Astana. Corresponsal

El talgo español es el único caballo salvaje que vuela libre por la estepa kazaja. A una lenta velocidad máxima de 170 kilómetros por hora, es mucho más rápido que los viejos trenes soviéticos, los románticos coches que tardan 24 horas en recorrer la distancia entre Almaty y Astana, la nueva capital de la República de Kazajstán. Con la compra del talgo, en el 2001, el tiempo se ha reducido hasta las 13 horas. "¡Súper, súper!", responde la jefa de las azafatas levantando el pulgar y torciendo la muñeca hacia fuera.

El caballo de hierro nos espera en la nueva estación Almaty 2. Para llegar a ella hay que cruzar en algún momento la avenida Abay Kunanbaiev, en honor del Cervantes kazajo del siglo XIX que hizo amistad con los zares rusos. Alrededor se encuentra la vida nocturna y de ocio de la capital financiera.

Subir al tren, a las siete y veinte minutos de la anochecida tarde kazaja, no es muy diferente que hacerlo en cualquier estación europea. Ala entrada de cada vagón, dos chicas uniformadas esperan a los viajeros. Hay que entregar el billete y el pasaporte. En todo el espacio ex soviético la documentación sigue siendo esencial para viajar. Además, nos informan de que habrá que pagar 250 tengues adicionales (poco menos de 2 euros) por las sábanas, las mantas y la almohada. En todo este proceso, alrededor de nosotros se arremolinan varias mujeres cargadas con cubos de plástico. Venden manzanas, algo muy común en Almaty. En la lengua local, el nombre de la ciudad significa "el padre de las manzanas", y en las afueras se extienden abundantes campos de este exquisito y bíblico fruto. Las vendedoras son tozudas y se niegan a venderme un par, tan grandes como sandías. Ofrecen el cubo entero al precio de 500 tengues.

Javier Caro, jefe de circulación de Talgo en Kazajstán, nos acompaña durante el viaje y nos hace notar que el tren es un poco más estrecho que los españoles porque está adaptado al frío de la estepa. Durante el invierno hay tres meses en que las temperaturas se acercan a los 40 grados bajo cero. "Para ellos es angosto. El kazajo suele viajar con las maletas, el abrigo de pieles y las sandías", explica el director general de Talgo en Kazajstán, Juan José Gana. Cada dos vagones se ha instalado un bidón de agua, caliente y fría, y vasos de plástico. "Es para el té. ¡Eso aquí es sagrado!", dice Caro, divertido.

La conquista de la estepa comenzó en 1999, recuerda Gana, y un año después se firmó el contrato de compraventa gracias a un fondo de ayuda al desarrollo a bajo interés del Gobierno español a Kazajstán. "El primer tren llegó en diciembre del 2001, coincidiendo con el aniversario de la independencia kazaja, como deseaba el presidente Nazarbayev". En junio del 2003 se enviaron el segundo y el tercero. Actualmente, el primero cubre la ruta del sur, Almaty-Shimkent, cada dos días. Los últimos, preparados para soportar - 45 grados, se encargan del trayecto diario entre Almaty y Astana. Talgo, una de las pocas españolas instaladas en un país que en pocos años se convertirá en una potencia petrolera, se encarga del mantenimiento de los trenes. Una plantilla de mecánicos, ingenieros y técnicos atiende y viaja regularmente en este moderno tren.

Es en el vagón restaurante y en el bar donde se ve el bullicio del pueblo kazajo. Al contrario de lo que sucede en los trenes españoles, no cierran durante la noche. "Esto es nuevo para nosotros. En los trenes normales sólo hay restaurante. Pero aquí podemos estar y beber", dice sonriendo Antón, uno de los muchos funcionarios que viajan a la capital administrativa habitualmente. Entre Antón y otro de sus amigos descansa una pequeña botella de vodka. Cuando en 1997 el presidente kazajo, Nursultán Nazarbayev, decidió trasladar la capital desde Almaty hasta el inhóspito centro del país y fundar Astana, el Gobierno prometió a todos los funcionarios sufragarles el viaje en tren. Esa promesa, de momento, se mantiene. "Siempre va lleno. No es posible comprar un billete si no es con un mes de antelación", nos cuenta Caro.

Aunque viajar de noche sólo permite ver dos decenas de metros a ambos lados de la vía, no es difícil imaginar que más allá de los montones de nieve hay una enorme llanura. La estepa. Y cuando atravesamos los escasos poblados, las parpadeantes luces dan idea de un lugar perdido en medio de la nada.

Decidí pasar varias horas en el bar en compañía de este pueblo amable. Primero, para ver si aparecía un paisano con un gorro típico del país y poder hacerle una foto. Segundo, para esperar hasta la 1.19 horas de la madrugada, cuando el tren hace su primera parada. El primer objetivo no se cumplió. Los viajeros, salvo en la lengua y la costumbre de beber y comer hasta caer desfallecidos, se diferencian poco de los europeos.

Puse todas mis esperanzas en la parada de Sary-Shagán, a orillas del lago Baljash, uno de los más extensos del mundo. Mentiría si dijera que quedé extasiado por la belleza de las aguas, ya que la noche kazaja en invierno es muy cerrada. Sí fui testigo de que el tren sigue siendo, a pesar de los tiempos, un bazar en movimiento. Igual que en Almaty, varias vendedoras se acercaron a recibir el dinero de los viajeros, pero en este punto en lugar de manzanas venden un pescado de color marrón y de un olor que anima a mantener la distancia. Por 200 tengues adquirí un pez de más de medio metro. "Es pescado ahumado del lago. Se pesca, se limpia, lo abrimos por la mitad y luego se cura", dice la joven vendedora.

La marcha continúa a toda velocidad hacia la ciudad de Karaganda, donde el tren hará su segunda parada a las 5.48 de la madrugada. Hacia esta hora, el caballo salvaje más rápido de la estepa debe estar adelantando al tren soviético que salió de Almaty muchas horas antes.

Cuatro horas de sueño y el talgo llega a Astana. Antes de los planes de Nazarbayev la ciudad se llamó Akmola. Y antes, cuando estas tierras formaban parte de la Unión Soviética, Tselinograd y Akmolinsk. No era más que una pequeña capital de provincia, con edificios soviéticos por todas partes, todos en forma de cubo y fabricados con hormigón. Al ardor de los petrodólares, en los últimos años el Gobierno kazajo ha restaurado el centro y ha comenzado a construir una enorme ciudad administrativa que todavía no está terminada. La llamó Astana, que en kazajo quiere decir sencillamente la capital. El talgo ha contribuido un poquito a cambiar la imagen del centro político del centro de Asia. Supongo que llegar a la estación antes era muy diferente. Lo único que no ha cambiado es el frío. "Hay 19 bajo cero", anuncia el siempre sonriente y jovial Javier Caro para alegrar mi desayuno de huevos fritos en el eterno bar del tren.
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Notapor moregarjuan » Lun Feb 13, 2006 12:03 pm

Precioso relato :)
moregarjuan (Juan)
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