Hola:
Esto es un comentario absolutamente personal, y me hago cargo de lo que voy a expresar. Ojalá no moleste a nadie y que lo expuesto sea motivo de reflexión, acaso si cabe lo dicho.
Creo que correr a más de 500 Kms/H uno gana y pierde a la vez como pasajero. Es cierto que las distancias se acortan cada vez más en este vertiginoso mundo tecnológico y apresurado. Que la globalización haya trascendido en todas las esferas sociales, económicas y culturales. Pero lo que me sabe a amargo son aquellos lugares que han quedado fuera del prisma paisajistico, de las vestustas estaciones y pueblos alejados de la gran vía, por mero carpicho de llegar luego al otro punto.
No saben cuántas pobladas, habitantes y recuerdos posibles han caído al abismo de la soledad y la muerte súbita de lo que la retina guarda en su memoria. No hay nada más triste que ver como lugares por donde paraba el tren era hasta ayer un acontecimiento social, hoy el polvo arreteme contra esa imagen como si de un plumazo quisieren olvidar que existen vidas alrededor de la vía ferréa, que viven y hacen vida frente a cada estación como fuente laboral diaria y como puente de comunicación entre lugares equidistantes.
Es cierto que se ha hablado mucho de la muerte de los trenes convencionales, de la ligereza de sustituir los viejos fierros por la más sofisticada tecnología hambrienta de marcarle el paso a Cronos. Pueden que estas experiencias con trenes de alta velocidad sea lo que mañana ofreceremos a nuestros hijos como medio de transporte. Lo sé. Pero yo pregunto, sin ser indiferente a los cambios, a los buenos cambios, que son sinónimo de confort para el conjunto de la población humana. Yo pregunto, ¿dónde guardamos el olor a lo natural, a lo tradicional, a la enseñanza visual del no olvido de las costumbres que han hecho de cada país su propia idiosincracia? ¿Dónde quedarán esas calles de polvoriento pasado, cubiertas algunas de romántico asfalto unívoco que besa al camino del caballito de metal, y que por allí nacía y moría un poema bohemio, una plaza de risas infantiles o un plato de comida autóctono acompañado siempre del buen vino hecho en casa patronal?
Como dije anteriormente, no busco crear polémica. Más bien me aferró a adquirir conciencia del recuerdo, que a estas alturas, es lo poco y nada que nos queda de nuestros viejos y queridos recorridos de trenes tendidos por todo el mundo no vertiginoso.
Saludos de añoranzas